Entre 1838 y 1850, el espacio rioplatense fue un escenario clave para las disputas imperiales europeas. Inglaterra y Francia buscaban imponer la libre navegación de los ríos, intervenir en las guerras internas y asegurar sus intereses comerciales.
Rosas, como responsable de las relaciones exteriores, defendía la soberanía del Estado provincial y su influencia sobre el interior.
El bloqueo de 1845 y la batalla de la Vuelta de Obligado cristalizan este conflicto: fuerzas tecnológicamente superiores no logran imponer un dominio político duradero.
Era noviembre de 1845 y las fuerzas enemigas se disponían a remontar el río Paraná. Rosas dispuso que se cortara el paso a las naves extranjeras y, dando cumplimiento a la orden, el 20 de aquel mes, Lucio N. Mansilla preparó el escenario.
La batalla tuvo lugar en la Vuelta de Obligado del Río Paraná. Al intentar avanzar varios buques de guerra y mercantes europeos, las fuerzas rioplantenses, que habían tendido gruesas cadenas a lo ancho del río, procedieron al ataque.
Aunque las bajas de las tropas nacionales fueron 10 veces mayores y los agresores lograron avanzar, fue vano su intento de vender las mercaderías y recibieron nuevos embestidas río arriba. El saldo final fue frustrante para los europeos. Los tratados de paz recién se alcanzarían en 1849 y 1850.